El domingo antepasado estuve predicando
en Yabucoa, por lo cual no pude ir al culto de mi congregación. Pero este domingo que pasó me levanté
temprano e hice lo que suelo hacer, incluyendo mi acercamiento al Señor. Ceci tenía que ir temprano al culto, porque
es la líder de los Diáconos, y yo me tiré en el sofá y me quedé dormido, a
causa del cansancio viejo que tenía. Me
desperté a las 10:10 am asustado porque estaba tarde para el culto que suele
empezar a las 10:00 am. Desperté a mis
hijos que me reprocharon porque no los había despertado a tiempo. Les conté lo que me pasó (ellos saben que soy
madrugador y pueden dar fe de ello) y ambos coincidieron en que era tarde para
acicalarse y llegar temprano al culto.
De repente, mi hijo menor me dijo: “Papi, vamos a hacer un culto aquí
nosotros.” La idea me pareció muy buena
y a mi hijo mayor también le pareció buena, quien fue pronto a buscar su
guitarra para comenzar la adoración.
Para mi sorpresa tocó con soltura y le cantamos alabanzas al Señor. Luego abrí la Biblia y prediqué del texto que
nos habla de que donde hay dos o tres en su nombre ahí está Él. Tuvimos un culto entre los tres que estuvo
buenísimo, incluso ellos me sorprendieron en la interpretación de las Escrituras,
lo cual otro día compartiré. Los tres
salimos edificados y yo por dentro me preguntaba por qué Dios permitió que los
tres nos quedáramos dormidos; algún plan tendrá Dios. En realidad nada malo pasó, sino todo lo
contrario. Por ahora, lo que aprendí de
esta experiencia es que mis hijos aman a Dios y me da la impresión de que serán
útiles en las manos del Señor.
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