No hay colegio privado prestigioso que
nos eduque en nuestra juventud, ni universidad “cachendosa” a la cual asistamos
después, ni consejos que nos puedan dar los sabios y entendidos, que puedan
sustituir las enseñanzas de los golpes que nos da la vida. A veces el dolor de una estrepitosa caída nos
enseña más que la mejor de las universidades.
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