Hay pruebas que las tenemos que pasar
solos, aunque estemos rodeados de gente que nos quieren y aprecian, porque Dios
lo quiere así. Solos porque no nos
creen ni nos entienden, nos piden sin que tengamos pero no lo creen, nos
envidian sin que seamos lo que ellos creen, pero nos envidian como quiera
porque piensan lo que no es, si sonreímos es porque nos burlamos de ellos que
sufren, si lloramos son lágrimas fingidas, si nos gozamos es para dar fiero y si
hablamos de Dios es para echárnosla, pero qué sabe la gente de nuestros
sufrimientos, de nuestras necesidades, de nuestros temores, de nuestro dolor,
de nuestra salud, de todo lo que estamos pasando, qué sabe nadie, como diría
una canción popular. Jesús también la
pasó solo, hasta en los momentos más fuertes, cuando más necesitaba de sus
amigos cercanos, pero cuando la prueba terminó, vino la victoria y solo subió,
pero no para disfrutar la victoria solo, sino para compartirla con los
redimidos, para enseñarnos a amar y a no abandonar a los que necesitan, porque
en su análisis final, nuestras pruebas aunque las pasemos solos son para que
compartamos los frutos de la victoria con los demás.
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