martes, 19 de febrero de 2013

Cayó de rodillas en la cocina de mi casa llorando

Llevo más de una semana sin aire acondicionado en mi cuarto principal.  El técnico vino y lo arregló el jueves, pero el domingo se volvió a dañar.  Así que ayer, después de la marcha y el seminario, tuve que dormir en la sala porque Ceci puso un abanico y yo los detesto; me dan alergia.  Hoy llamé al técnico nuevamente y vino el dueño de la compañía.  Al final, me dijo que la máquina filtraba refrigerante y me enseñó un corto video de lo que estaba pasando.  Luego me pidió algo de beber, porque tenía sed, y conversamos.   Algo pasó en la conversación que me dio la oportunidad de hablarle de Jesús.  Le conté sobre el llamado inicial de Pedro y cómo el Señor hizo el milagro de la pesca.  El entonces me dijo:  ”Sí, Jesús le dijo a Pedro boga mar adentro.”  Mientras me lo decía los ojos se le aguaron y me di cuenta que algo importante estaba pasando.  Entonces me dijo que él había sido pastor auxiliar y que su primera predicación fue a los diecisiete años sobre el tema de “Boga Mar Adentro.”  Yo seguí con mi mensaje y le dije que Jesús sabía que ese milagro de los peces había impresionado a Pedro y que en su infinito amor le repitió el milagro nuevamente después de la resurrección, para que se reconciliara porque Dios le amaba.  Para qué fue eso… el Espíritu Santo se derramó y entonces lloró a cántaros.  Yo le pedí respetuosamente si quería que yo orara por él para reconciliarse y entre sollozos me dijo que sí.  Oré por él en el Espíritu e hicimos una oración para su reconciliación.  Cayó de rodillas en la cocina de mi casa llorando desconsoladamente y yo lloré también mucho porque sabía que Dios estaba haciendo una limpieza profunda.  Mientras los dos llorábamos y adorábamos, Dios me dirigió a darle un mensaje de parte de Él y entonces lloró más.  Al cabo de unos 15 minutos se puso de pie y me dio un abrazo.  Era otra persona.  Ahí me dijo que la palabra que le di era precisamente sobre lo que le estaba pasando.  Hablamos un poco más del Señor.  Le sugerí que fuese a una iglesia a lo cual me contestó que mientras estaba de rodillas ya Dios le había dicho a dónde tenía que ir.  Se fue gozoso y me dijo que más tarde me enviaría un técnico empleado de él para reparar lo que faltaba.  Por coincidencia, el técnico se llama Jesús.  Esa parte me dio mucha gracia, pero yo estaba tan contento que me hubiese reído por cualquier cosa.  En fin, tanto él como yo entendimos por qué llevamos varios días durmiendo sin aire: tenía que venir él mismo, el dueño,  a casa, para encontrarse con el Maestro.

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