Llevo más
de una semana sin aire acondicionado en mi cuarto principal. El técnico vino y lo arregló el jueves, pero
el domingo se volvió a dañar. Así que
ayer, después de la marcha y el seminario, tuve que dormir en la sala porque
Ceci puso un abanico y yo los detesto; me dan alergia. Hoy llamé al técnico nuevamente y vino el
dueño de la compañía. Al final, me dijo
que la máquina filtraba refrigerante y me enseñó un corto video de lo que
estaba pasando. Luego me pidió algo de
beber, porque tenía sed, y conversamos.
Algo pasó en la conversación que me dio la oportunidad de hablarle de
Jesús. Le conté sobre el llamado inicial
de Pedro y cómo el Señor hizo el milagro de la pesca. El entonces me dijo: ”Sí, Jesús le dijo a Pedro boga mar
adentro.” Mientras me lo decía los ojos
se le aguaron y me di cuenta que algo importante estaba pasando. Entonces me dijo que él había sido pastor
auxiliar y que su primera predicación fue a los diecisiete años sobre el tema
de “Boga Mar Adentro.” Yo seguí con mi
mensaje y le dije que Jesús sabía que ese milagro de los peces había
impresionado a Pedro y que en su infinito amor le repitió el milagro nuevamente
después de la resurrección, para que se reconciliara porque Dios le amaba. Para qué fue eso… el Espíritu Santo se
derramó y entonces lloró a cántaros. Yo
le pedí respetuosamente si quería que yo orara por él para reconciliarse y
entre sollozos me dijo que sí. Oré por
él en el Espíritu e hicimos una oración para su reconciliación. Cayó de rodillas en la cocina de mi casa llorando
desconsoladamente y yo lloré también mucho porque sabía que Dios estaba
haciendo una limpieza profunda. Mientras
los dos llorábamos y adorábamos, Dios me dirigió a darle un mensaje de parte de
Él y entonces lloró más. Al cabo de unos
15 minutos se puso de pie y me dio un abrazo.
Era otra persona. Ahí me dijo que
la palabra que le di era precisamente sobre lo que le estaba pasando. Hablamos un poco más del Señor. Le sugerí que fuese a una iglesia a lo cual
me contestó que mientras estaba de rodillas ya Dios le había dicho a dónde tenía
que ir. Se fue gozoso y me dijo que más
tarde me enviaría un técnico empleado de él para reparar lo que faltaba. Por coincidencia, el técnico se llama Jesús. Esa parte me dio mucha gracia, pero yo estaba
tan contento que me hubiese reído por cualquier cosa. En fin, tanto él como yo entendimos por qué
llevamos varios días durmiendo sin aire: tenía que venir él mismo, el
dueño, a casa, para encontrarse con el
Maestro.
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