Cuando los caminos del hombre agradan a Dios, la
paz regresa a su vida. No solamente la paz que tuvo de recién convertido, sino
también la paz que tuvo de niño. Esa paz que le daba la confianza en sus
padres, cuya confianza ahora ha puesto en Jesús. Dios quita del corazón del
hombre que le agrada el temor al fracaso y la desolación; Dios incluso quita el
temor a la soledad.
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