Detenerte en tus
caminos y mirar a tu alrededor, para buscar la dirección de Dios, a veces es más
productivo que seguir corriendo obstinado con los ojos puestos en una meta
preconcebida de origen divino, que quizás Dios ya ha modificado, pero que tú
prefieres seguir sin indagar si sigue vigente porque detenerte podría implicar
un eventual cambio de dirección.
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