Es mucho mejor ser
recompensado por Dios que por los hombres y, de igual manera, es mucho mejor
dejar que Dios te defienda, a tomar la justicia en tus manos, porque la
recompensa de Dios te hará feliz y dejarle la justicia a Dios te servirá de
protección en contra de tus propios excesos al defenderte de los que tu
percibes son tus enemigos.
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