Aunque parezca
extraño, la más intensa prueba de nuestra fe a veces viene justo cuando Dios
comienza a ostensiblemente obrar en aquello que por tanto tiempo le hemos
estado pidiendo su intervención a nuestro favor. Vemos las piezas del rompecabezas uniéndose
ante nuestros ojos de manera sobrenatural, dándonos un gozo frágil porque
tememos que si en medio de ese proceso flaqueamos en nuestra fe, todo lo que
Dios está haciendo se desintegrará, como si la obra de Dios a nuestro favor
dependiera de nosotros y no de Su Gracia.
Pero esa frágil condición de nuestra alegría espiritual también es parte
del crecimiento, el cual culmina cuando internalizamos que la obra de Dios a
nuestro favor no depende de nosotros, sino más bien de Su Gracia e infinito
amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario