Vivir del Evangelio puede bíblico, dependiendo de cómo se viva de él. Incluso
el apóstol Pablo lo aprobó, citando el conocido texto de no poner bozal al buey
que trilla y mencionando que el obrero es digno de su salario. De hecho, muchos cristianos anhelan trabajar
a tiempo completo para el Señor, con muy buenas intenciones, aparte de que es
una bendición trabajar entre cristianos y no estar sujetos a las presiones del
mundo secular. No obstante, si ministran
bien, sus ministerios prosperan numéricamente y como consecuencia, monetariamente
también, lo cual se puede convertir en una peligrosa tentación, principalmente
para aquellos ministerios que son controlados por una figura carismática que se
ha convertido en el centro de esa obra.
Por uso y costumbre, con raras excepciones, muchos de estos ministerios,
especialmente los independientes, aunque no exclusivamente éstos, controlan
todos los aspectos de la obra, incluyendo el financiero. Ese control se convierte en poder y cuando
ese poder se mezcla con el amor al dinero, surge una combinación letal que
frecuentemente corroe el corazón de ese líder y lo lleva a la perdición.
Yo mismo por muchos años pensé, con tal de
salirme del “rat race” de mi profesión secular, que hubiese sido muy bueno
tener un ministerio económicamente productivo para vivir de la obra y a la misma
vez ayudar a la gente, que, dicho sea de paso, pienso yo que es la manera en
que comienzan todos, incluyendo a los que han desvirtuado el llamado por amor a
las riquezas. Por eso escribí, en el
post inmediatamente anterior, que no tener la oportunidad de lucrarse del
evangelio puede ser una bendición y una importante protección. Quién sabe si yo mismo, si hubiese tenido la
oportunidad de vivir del Evangelio, me hubiese corrompido siguiendo las
riquezas fáciles de las ofrendas de los hermanos y hubiese terminado como un
predicador del evangelio de la prosperidad.
El no haber tenido esa oportunidad ha sido, a mi modo de ver, una
bendición para mi vida y una importante protección espiritual.
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