Cuando los líderes de una congregación
persisten en practicar el nepotismo, aunque hayan hermanos, con el llamado de Dios, mucho más
calificados para la labor de lo que están los familiares que tales líderes favorecen, estamos ante una clara señal de que algo anda mal en
esa congregación. No veo mal que un
pastor permita que sus hijos y familiares participen en la ministración de la
congregación que dirigen si éstos lo hacen bien; lo que veo mal es que no se les
permita ministrar a los más preparados, que tengan el llamado para ello,
meramente porque esos líderes quieren asegurar un lugar de prominencia para sus
familiares. Ay si supieran que lo que
logran con el nepotismo es precisamente lo contrario de lo que pretenden lograr,
porque quien crece en un ministerio a base de favoritismos por nexos de familia,
y no del llamado de Dios, eventualmente fracasará.
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