lunes, 20 de mayo de 2013

Los ataques personales


Los ataques personales previsibles no hacen mucho daño porque uno suele estar preparado para defenderse en humildad y con actitud Cristiana; los que hacen daño son aquéllos que uno no espera, los que vienen de sorpresa y te ofenden profundamente arrancando de ti una reacción inapropiada que te lleva a pecar con tus labios, quitándote la paz.  Esos son los que socavan tus cimientos porque después de muchos años de lucha y de haber alcanzado grandes victorias te hacen sentir como que todo lo logrado en la edificación de tu carácter se ha ido por la borda en un momento de falta de control.  Por dicha, Dios en su infinita sabiduría ha provisto para tu inmediata restauración enseñándote que cuando eso te suceda, te humilles y le pidas perdón a la persona que te sacó de tus casillas, aunque en tu mente estés convencido de que es ella quien debiera pedirte perdón a ti por haberte incitado a pecar con tus labios.  Si te humillas, Dios te defenderá hasta la eternidad.  Si luego de humillarte la otra persona no te quiere perdonar, esa persona tendrá que resolver el asunto con Dios, porque desde el momento en que tú te humillas Él se convierte en tu defensor.

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