Podríamos
argumentar que la imaginación, que a veces es útil para el bien y otras se
desboca en el mal, se mueve en una dimensión diferente a la del mundo natural,
por lo cual es muy difícil de controlar. Por eso pienso que para controlar la imaginación
debemos vivir llenos del Espíritu Santo, porque no hay dimensión que el
Espíritu de Dios no pueda alcanzar y en todo te puede ayudar, incluso en
aquellos aspectos de la imaginación que pueden conducirte a pecar.
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