Desde que
nuestros ancestros fueron echados fuera del Edén, nuestro propósito principal dejó
de ser disfrutar de la tierra que Dios nos había dado y nos convertimos en objeto
de salvación, cuyo proceso culminó en la muerte y resurrección de Jesús. Por tanto, no debemos afanarnos por los
deleites de este mundo separado para destrucción. Ahora debemos hacer todo lo posible por modificar
nuestra conducta a tono con los mandamientos de Jesús, quien vino a darnos una
nueva dirección. Nuestra verdadera
patria, según nos enseño el Maestro, no está aquí en la tierra. Ya nos echaron del Edén; ahora debemos esforzarnos
por entrar al Cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario