La carne
también tiene su faceta espiritual. En
ese sentido, las batallas espirituales de la carne a veces son más difíciles
que las que más se aproximan a las netamente carnales. Por ejemplo, el deseo de comer, divertirse, o
tener contacto físico con una persona del sexo opuesto son deseos de la carne
que pueden ser lícitos o ilícitos, dependiendo de su contexto, y cuando vienen
en forma de tentación suelen ser claramente identificables con “la carne”, lo
cual facilita nuestra lucha contra ellas.
Por otro lado, hay tentaciones de la carne que se identifican menos con
los deseos del cuerpo, incluyendo la mente, y más con los del ser interior de
la persona y que cuando no son identificados claramente, pueden ser letales
para la vida de un cristiano. Por
ejemplo, las ansias de poder, la necesidad de ser adulado, el afán por
controlar a otros, el orgullo manifestado en una personalidad prepotente, y el
amor a las riquezas, son también aspectos de la carne con claro y directo efecto
espiritual, que por sus propias características afectan más la faceta
espiritual de la carne y, como tal, pueden ser mucho más dañinas para los
cristianos por tender a ser camufladas y no fácilmente identificables por el
que sucumbe a ellas, cuando el corazón
de esa persona no es recto ante Dios, aunque en su mente piense que quiere
agradarle.
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