Lo mejor de buscar el rostro del Padre, a través de su hijo Jesús, no es saber que puedo recibir todo lo que le pida, siempre y cuando no lo pida mal, sino que cuando busco su rostro sinceramente y de corazón, tengo el convencimiento en mi ser interior de que todo lo que haga tendrá un buen final, aunque las cosas aparenten estar yendo mal.
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