Lo que más
me preocupa de lo que veo de algunos de nosotros los que participamos en
Facebook, de los que confesamos amar a Dios, es que una reflexión profunda
sobre el amor de Dios y nuestro deber de servirle de corazón, con genuina
dedicación, es ignorada y pasada por alto, mientras que fotos de las zapatillas
deportivas que hemos comprado, o fotos del pastel de chocolate que estamos
comiendo, reciben cuchucientos “likes” y mensajes de apoyo. No es que las zapatillas deportivas y los
pasteles de chocolate sean malos, sino que nuestras prioridades a veces
demuestran que podríamos tener deficiencias de recursos espirituales para
lidiar con la adversidad cuando ésta llegue a nuestras vidas; es cuestión de
tener aceite en nuestras lámparas.
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