Hay un
refrán del mundo que dice que los errores se pagan con lágrimas, sangre o dinero,
o una combinación de esas tres cosas, pero yo digo que la combinación perfecta
es sangre, agua y lágrimas, a saber: 1) la sangre de Cristo, 2) el agua del
bautismo del arrepentimiento, y 3) lágrimas espontáneas compelidas por un
corazón contrito y humillado. No hay
error ni pecado en el mundo que se resista al efecto limpiador de esa gloriosa
combinación.
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