Cuando tú amas a un hijo tuyo
y has invertido tiempo en criarlo bien; le has enseñado a obedecerte, a
respetar a las personas mayores, a hacer sus asignaciones, a llegar a tiempo a
casa o llamar si se va a retrasar, a ayudar en los deberes de la casa, y ese
hijo, que a lo mejor anduvo algo indisciplinado por un tiempo anteriormente, se
ha convertido en un muchacho modelo del cual estás orgulloso, y de repente, así
de sopetón, comete una locura de las que hacía antes de someterse a tu
disciplina, tú te quedas patidifuso, y en vez de irritarte, porque aunque por
un momento quizás consideraste darle una bofetada por haber echado por la borda
tanta disciplina provechosa, tampoco tú quieres echar por la borda el tiempo
invertido en él, y en un gesto de amor, lo abrazas y le dices que no pasa nada,
que lo perdonas y que lo vas a ayudar a echar hacia adelante. Así mismo hace Jesús contigo cuando de repente tienes un percance, tropiezas, y
diriges humildemente tu mirada a Él, esperando en su misericordia; Jesús te
perdona, y sin decirte mucho más porque tú sabes bien que has hecho mal, te
estimula a seguir en la senda correcta.
Nunca dudes del amor y de la paciencia de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario