Cuando un
hombre (o una mujer) reconoce su pecado y se arrepiente de corazón, cambia su
modo de vivir y trata con honestidad de servirle a Jesús, aunque las cosas le salgan
temporalmente al revés, ya sea por cosas del “destino” o porque comete algún
error de criterio, digamos en los negocios o en sus relaciones con los demás,
por dar un par de ejemplos, no tiene que preocuparse mucho por su infortunio,
porque al que honestamente de corazón trata de servirle a Dios como mejor
puede, el Señor se encargará de arreglarle su camino y eventualmente los
errores, aunque sean horrores, serán utilizados por Dios para cumplir su
voluntad en esa persona que sincera y honestamente trata de servirle. La perfección vendrá en la eternidad, por
ahora tenemos que servirle de corazón y todo obrará para bien para los que así
le sirven.
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