Algunos de
nosotros, de los que comenzamos en el Camino con mucho entusiasmo y llevamos años
sirviéndole al Señor, pensamos que por lo mucho que hemos pasado hemos crecido
enormemente, pero en realidad hemos crecido como el rabo de la vaca: para
abajo. La medida de nuestro crecimiento
no es el monto de las adversidades y vicisitudes que hayamos pasado, sino más
bien si nos parecemos más a Cristo ahora que cuando comenzamos.
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