Cuando el
apóstol nos pide que hagamos “morir, pues, lo terrenal” en nosotros, y cita
cosas como: “fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y
avaricia, que es idolatría”, es importante, a mi modo de ver, el hecho de que
implícitamente se nos sugiere que esas cosas pueden hacerse morir y que no
tenemos por qué ser esclavos de ellas.
Si en un momento dado fallamos en el proceso de hacerlas morir, el
perpetuo sacrificio de Jesús es poderoso para limpiar nuestras conciencias de
toda culpa, si venimos a Él arrepentidos y con fe. Si le has fallado a Dios, no te dejes
aplastar por la culpabilidad, sino más bien arrepiéntete, levántate, encabulla
vuelve y tira.
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