El domingo mi hijo
mayor salió muy contento del culto porque tuvo la oportunidad de ministrarle a
las personas que pasaron al frente para recibir el bautismo con el Espíritu
Santo; en particular, un hermanito más o menos contemporáneo con él recibió el
idioma de parte de Dios tan pronto él le impuso manos. Por la tarde me dice mi
hijo: “Papi, ¡qué bien se siente uno cuando es usado por Dios!” Yo simplemente
callé de alegría por unos segundos y entonces enseguida le confirmé que nada
nos da más felicidad que ser usados por Dios. Así suele comenzar el llamado de
Dios en nuestras vidas.
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