Hay quien piensa
que su prosperidad es una gran bendición de Dios, aunque poco a poco se enfríen
en su relación con Él, lo cual nos deja perplejos. Otros, en medio de la adversidad, incluyendo
graves enfermedades, se acercan tanto al Señor por su necesidad que sus ojos
brillan de santidad y sus sonrisas reflejan lo que Dios ha hecho en su interior,
dándonos paz y fomentando nuestra admiración.
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