La venganza de
Dios es perfecta, la cual no descarta la restauración de aquél contra quien se
lleva a cabo, lo cual no siempre agrada a la persona agraviada; quizás por eso
se nos hace tan difícil dejarle la venganza al Señor, como se nos manda, pues
por nuestra imperfecta humanidad, solemos querer la destrucción total de quien
nos queremos vengar.
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