A veces
Dios nos llama a hacer, a ejecutar, a predicar, a enseñar y edificar al cuerpo
de Cristo para lo cual pone una unción especial en la persona que llama, cuya
unción casi todos disciernen e identifican, la cual hace que quieran acercarse
a esa persona, no por lo que es, sino porque Dios llega a sus corazones a
través de ella. El tercero que esa
unción reconoce y sirve de puente para ayudar a ejecutar lo que Dios le pide a
la persona que llama y unge, se llevará la misma recompensa que el que fue llamado,
y alegrará mucho el corazón de Dios, porque Dios busca esa unidad de propósito,
ese enfoque de amor desinteresado que procura el beneficio del Reino, sin
celos, sin contiendas, y sin reproches.
En eso consiste la unidad en amor, y eso es lo que Dios nos pide, y el
que así sirve será grandemente recompensado, porque Jesús nos enseñó que el más
grande entre nosotros, será el servidor de todos.
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