Cuántas veces habremos venido a Él rogándole con
lágrimas en los ojos que nos conceda algo y diciéndole que no volveremos a
hacer lo que hemos hecho mal, pero, después de que nos concede lo que le hemos
pedido, al poco tiempo, cuando ya no tenemos la presión de lo que nos
atormentaba, volvemos y hacemos lo mismo, sintiéndonos miserables por haberle
fallado, y con temor en nuestro corazón porque sabemos que, aunque Él es muy
paciente, su paciencia tiene un límite que eventualmente lo llevará a
disciplinarnos por nuestra obstinada rebeldía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario