Frecuentemente
vivimos fingiendo, vivimos jugando a que somos “cristianos” y no acabamos de
entender cabalmente que Dios nos pide transparencia, honestidad, y verdad. Lo peor de todo es que a veces actuamos como
si creyéramos que quien gana el juego de fingir es el que se queda con todo y
logra sacar del juego a los demás, cuando en realidad, en la vida cristiana
(que dicho sea de paso no es un juego), ganamos todos cuando logramos la unidad
en amor y verdad. No en balde nos enseña
el apóstol Pablo que “el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”.
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