Llega el
momento en la vida del cristiano que quiere servirle de verás a Jesús en que se
le dice (desde lo alto, pero mediante una voz que sale de su interior) que para
ser útil en el Reino tiene que despojarse de todo peso y del pecado que le
asedia, de lo contrario se arriesga a ser otro más de los que juegan a servirle
a Cristo, de los que se exponen a que en aquel día le digan, parafraseando a
Mateo: “Apártate de mí, que nunca te conocí, hacedor de maldad.”
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