Qué fácil
es servirle a Dios en los años de tu juventud, cuando tus fuerzas reinan y todo
es fácil porque no hay obstáculo invencible, qué fácil es servirle a Dios cuando
todos te aman, te aman al menos por tu juventud y gracia, qué fácil, pero
cuando los años caen encima, y pesan, a tal modo que incluso ponerte algunas
prendas de vestir es un proceso que requiere de complejas habilidades, cuando
te tienes que esforzar para que te escuchen los que no entienden, cuando los
jóvenes te miran con recelo, cuando los enemigos crecen y los amigos menguan,
cuando no puedes depender de tus fuerzas, ni de tus atributos, ni de tus
allegados, porque se han ido y te han abandonado, cuando tu padre y tu madre faltan,
llevándose con ellos su amor incondicional y sus sabios consejos, cuando todo
se acaba, ahí quedas solo y sin recursos para luchar, ahí en el momento de la
desesperación, te tornas más a Dios y en tu interior sabes que estás llegando a
la meta y lloras de alegría, aunque tu garganta duela mientras te compunges y se
acerca el llanto, entonces sabes que has peleado la buena batalla y estás cerca
de la Gloria, siendo tu principal lamento que no puedas transmitir a todos los
que de ti están cerca, porque no lo quieren, el conocimiento útil para crecer
en su peregrinar, por eso te desbocas en los tuyos, dándoles amor, porque al
fin de cuentas, aunque no puedas transmitir conocimiento, si logras transmitir
el amor de Dios, el que lo recibe será saciado, porque el amor de Dios contiene
el ADN espiritual que impregna el corazón de quien lo recibe de todas las instrucciones
para triunfar en este Camino.
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