A veces lo
peor que le puede pasar a un siervo de Dios es que se le conceda poder vivir
del evangelio, porque es muy difícil poner el beneficio económico en
perspectiva. Por eso yo, cuando tengo
dudas sobre cuál debe ser mi proceder, prefiero tratar de imitar a Jesús, o a
Pablo, hombres humildes que no se lucraron de sus ministerios, y que se mantuvieron firmes hasta la muerte.
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