La
verdadera paz y la felicidad estables se consiguen cuando nos convertimos en discípulos
de Jesús, cuando seguimos sus mandamientos y tenemos una genuina relación
diaria con Él. La conversión, que de
hecho nos da mucha paz y felicidad, es meramente el comienzo de una nueva vida
abundante que debe ir en crecimiento, mientras más nos acercamos a Él.
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