lunes, 12 de agosto de 2013

Perpetuar los movimientos del Espíritu

Desde el principio Jesús dejó claro que su reino no es de este mundo, por eso no vemos que Él haya hecho nada para perpetuar su legado reflejándolo en cosas materiales como grandes templos o grandes organizaciones humanas.  Los humanos siempre terminamos desvirtuando lo espiritual al tratar de cristalizar grandes verdades y convertirlas en símbolos tangibles, como los antes mencionados.  La iglesia primitiva nunca enfatizó en la construcción de símbolos como las elaboradas catedrales de Europa, o en organizaciones con costosos andamiajes económicos, como algunas de nuestras denominaciones cristianas, sino más bien insistió siempre en la reconstrucción del ser humano, destruido y maltrecho por el pecado.  Me parece que Pablo fue un buen ejemplo de ello, quien incluso se proveía su propio sustento, trabajando con sus manos, y dejando un legado que le da la gloria a Cristo, lo cual podríamos decir que evidencia el hecho de que no tenemos una denominación que lleva su nombre.  Debemos recapacitar y evitar caer en la trampa de querer perpetuar los movimientos del Espíritu mediante la construcción de símbolos que los reflejen y simplificar el mensaje, que básicamente consiste en: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”  Insisto, Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

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