domingo, 9 de septiembre de 2012

El más sublime de todos los deseos

Todo comenzó en el 1972 cuando mi hoy amigo Forest Stiltner me habló de Jesús en Heidelberg, Alemania, mientras ambos servíamos en el ejercito.  Cuando un corazón es fértil y escucha -- sí, los corazones escuchan -- hablar de Jesús, no del Jesús de los altares ni de las estampas, sino del Jesús que anduvo por Galilea y sus entornos predicando, sanando, consolando, restaurando y dándole esperanza a los pobres y necesitados, quien murió en una cruz y resucitó, sentándose a la derecha del Padre, esperando el momento para regresar a establecer su reino para siempre, ese corazón recibe la semilla con gozo, preguntándose dónde había estado esa semilla todos esos años aparentemente perdidos de su vida.  Respondiendo a la llamada (o el llamado, como usted quiera decirle) de Dios, me convertí en agosto del año 1972, alrededor del día 17.  Fui bautizado el 6 de noviembre del mismo año en Berchtesgaden, uno de los lugares de retiro favoritos de Adolfo Hittler, según he leído.  No se ponga usted, si me conoce, a espiritualizar el asunto pensando que por eso soy tan cabeciduro a veces.  Lo de terco, que lo soy menos de lo que aparento, y eso es así porque lo digo yo, quizás venga de la sangre vasca por parte de mi padre, o de isleña por parte de mi madre, aunque tampoco creo mucho en eso de heredar genéticamente rasgos de personalidad.  Siempre he tomado con pinzas todo lo que tienda a diferenciar a los hombres, y mujeres, dándoles o quitándoles categoría por razones genéticas.  En fin, que me huele a racismo, y ya.

Después del bautismo, continué viviendo en Alemania hasta que me mudé a Puerto Rico por primera vez en mi vida, en julio del año 1973, para hablarle del evangelio a mi padre, un asturiano noble y trabajador, que había acabado de mudarse a la Isla para estar cerca de su primo carnal, hijo del hermano de su madre, oriundo de Pravia.  Quince años después, en el 1988, papá recibió al Señor sin saber que iba a morir 17 días después de convertirse.   Aunque muchos dicen que la promesa de “cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa” fue hecha exclusivamente para el carcelero de Filipo, yo siempre la hice mía y me funcionó, así que sugiero que la haga suya también, ¿por qué no?

En enero de 1975, inspirado por mi amigo y hermano en la fe Peter Farrant, quien hoy mora con el Señor junto a su hijo Jethro, me mudé para Orlando a estudiar administración de empresas en University of Central Florida, de donde me gradué en el 1977, regresando el próximo año a Puerto Rico porque me aceptaron en la Escuela de Derecho.  Durante mi estancia en Orlando me congregué en Calvary Assembly, donde nuestro grupo de Puerto Rico comenzó la célula hispana de esa iglesia, la cual creció y se separó, formando la Iglesia el Calvario, siendo su primer pastor el hermano Peter Farrant, padre del misionero y evangelista Jonathan Farrant.

Una vez en Puerto Rico entré en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico en el 1979 y comencé a trabajar en Price Waterhouse, una firma de contadores públicos, en el 1980, justo cuando pasé la reválida de CPA.  Ese mismo año entré en el cuerpo pastoral de mi iglesia, dejando el ministerio en el año 1985, por razones que no vienen al caso, pero no escandalosas, por si acaso.  En el 1988 fallece mi padre, como ya les dije, y en el 1989 me caso con mi esposa favorita, la única que he tenido y la única que espero tener, Ceci.  El próximo año fallece mi hermano, Ramón, continuando así una racha de pruebas que había comenzado en el 1985, cuando dejé el ministerio, voluntariamente, pero fuera de mi voluntad.

Una vez fuera del ministerio me dediqué a mi profesión, pues las puertas se me cerraron para regresar a la pastoral.  Decidí no empujarlas y me dediqué a trabajar en lo secular, aunque periódicamente tocaba base con los líderes de mi iglesia, pero las puertas no se abrían para regresar al liderato.   En el año 2006 decidí levantarme porque sentí la llamada de Dios.  El fuego entró a mi corazón y decidí sacudirme de todo lo que me asediaba y cargaba, con la ayuda de Dios.  Durante ese tiempo, exacerbado por los muchos viajes a España, había desarrollado un gusto intenso por los buenos vinos y me había dedicado a coleccionar y disfrutar de los buenos caldos con mi familia y amigos.  Dios me pidió que los dejara, por cuanto tiempo no sé, porque tengo claro que el vino per se no es pecado, pero quién sabe si Dios me pide que sea abstemio por vida.  Poco a poco reduje el consumo hasta el año 2009 cuando lo dejé totalmente.  Salí de mi cava y vendí prácticamente todos los vinos que tanto trabajo me había costado coleccionar.  Corté por lo sano.  Un día me tocó predicar en mi congregación e invité a todo el que pude de mis amistades, incluyendo a los que compartían en el mundo del vino conmigo.  Les pedí perdón por no haber sido buen testimonio en sus vidas y presenté a Jesús como la única alternativa para la salvación.  En fin, como dice mi madre: “Es mejor ponerse morado una vez, que amarillo todos los días.”

En enero del 2011 me matriculé en el Seminario Teológico de Puerto Rico y estoy trabajando hacia una maestría en Estudios Profesionales con concentración en Consejería Pastoral, para estar listo para entrar por la puerta que Dios me abra.  En cumplimiento de los requisitos de una de mis últimas clases, he decidido reanudar mis escritos a este blog y pienso hacerlo mientras Dios me dirija.  Todo comenzó mientras escribía en Facebook, lo cual pienso continuar haciendo.  Mientras tanto, en mi diario vivir, le predico a Jesús a todo el que me permita hablarle de Él, ya sea un cliente, un amigo, un suplidor, o un familiar.  Jesús me ha devuelto el gozo de la salvación y el deseo de servirle, que probablemente es el más sublime de todos los deseos, el que cuando se pierde te deja vacío.  Me despierto pensando en Jesús y me acuesto pensando en Él.  Ven a Jesús y entrégale tu vida y verás que todo cambiará, porque conocerás la verdad y la verdad te hará libre.

3 comentarios:

  1. Al igual que contigo, Ciro, Dios ha sido muy paciente conmigo. Le doy gracias EL por su amor, misericordia, gracia. Le doy gracias por su hijo Jesucristo, mi Se~or y Salvador.

    Dato aparte. No se si sabes, vivi en Alemania 9 a~os de los 21 q estube en el ejercito. Visite Berchtesgaden un par de veces, es precioso.

    Dtb!

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    1. No sabía que habías estado en Alemania. Cierto Luis, Dios ha sido muy paciente con todos nosotros. A veces es más paciente con los que están activos en el ministerio pero viven dobles vidas, dándoles oportunidad para que le sirvan en espíritu y en verdad. Tenemos que ser honestos y sinceros en nuestro servicio a Él. DTB

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  2. Ivonne Tamayo Maseda18 de septiembre de 2012, 9:44

    Comparto ese ardor, ese anhelo por Jesús...es algo que nos cautiva desde el interior, una llama que nunca se apaga!

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