Hace un
rato llegué del Seminario. Estoy cansado
y debo dormir, así que no escribiré mucho.
Solamente les quiero decir, con mucha alegría, que Ceci llegó
anoche. Todos los hombres casados que
trabajan mucho, debieran darle unas vacaciones a sus esposas y tomar las riendas
del hogar por al menos dos semanas, atendiendo a los niños y todo lo que ello
conlleva. Sin trampitas ni amigos o parientes
ayudando, solitos con la ayuda de Dios.
Estoy convencido de que eso hará más por la salud del matrimonio que
muchos libritos y seminarios juntos; y si su esposa es trabajadora como la mía,
será como si lo hubiesen puesto en un cepo, dándole tiempo para reflexionar y
apreciar lo que ella hace.
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