Un pecado particular
que nos ha atormentado periódicamente a veces funciona como un cáncer que se
esconde en remisión, pues cuando menos lo esperamos, cuando pensamos que ese
pecado ya ha sido vencido, se asoma como si todavía viviese en nosotros y nos
amenaza como si nosotros estuviésemos destinados a ser su esclavo; pero no te
dejes engañar, nosotros hemos muerto en Jesucristo y vivimos por Él y en Él, quien
resucitó y venció por nosotros, así que cuando el enemigo te quiera recordar
que la carne es débil, demuéstrale que tú vives en el Espíritu, la fuente de tu
fortaleza, apártate del pecado que te asedia, y reconoce que la sangre de
Cristo te limpia de toda culpa y sigue caminando hacia el galardón, en Cristo
Jesús.
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