Las congregaciones
que Pedro, Jacobo y Juan, e incluso el apóstol Pablo, dejaron, se degeneraron y
desintegraron con el tiempo, a pesar de tener un buen fundamento
doctrinal. ¿Qué nos hará pensar a
nosotros que seremos diferentes a esas congregaciones? Cada día que pasa me convenzo más de que la
mejor alternativa para vivir conforme al mandato que nos fue dado es llevarle
el evangelio a aquellos que todavía no lo han escuchado ni una sola vez y
evitar la “terrenal, animal” y “diabólica” sabiduría que frecuentemente caracteriza
la lucha de poder en las iglesias locales.
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