Debo
confesar que cuando medito en las palabras radicales de Jesús, tales como: 1) “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame...”, 2) “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él.”, 3) “...vende todo lo que
tienes, y dalo a los pobres...”, 4) “...difícilmente entrará un rico...”, 5) “...muchos
son llamados, y pocos escogidos...”, 6) “...el que ama su
vida, la perderá...”, 6) “si vuestra justicia no fuere mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”, 7) “Muchos
me dirán en aquel día: Señor, Señor...” y 8)
“Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el
reino de Dios...”, tiemblo.
Con un taco en la garganta y ojos
aguados, le pido a Dios que me ayude a obedecer, porque me parece haber
entendido y difícilmente podré argumentar que no entendí bien. Poquito a poco trataré de hacer lo que se me
pide.
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