Hay pruebas en nuestras vidas que las
tenemos que pasar solos y a veces son muy largas. Por más que anhelamos comprensión, Dios nos
aísla y nos obliga a pasarlas solos.
Incluso los más allegados no tienen ni idea de lo que nos está
sucediendo, porque Dios pone una venda sobre sus ojos para que no vean ni
entiendan nuestra situación. Hasta Dios
se da por desentendido y, aunque nosotros sabemos que Él sabe con exactitud lo
que nos está sucediendo, no se deja sentir.
Entonces, después de un tiempo, cuando menos te lo esperas, llega la
victoria. Así como Abraham vio la
milagrosa provisión del carnero trabado en un zarzal justo antes de sacrificar
a Isaac, tu milagrosa provisión también llegará.
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