Una
cosa es evaluar las acciones de las personas a la luz de lo que exigen las
Sagradas Escrituras que se haga y otra cosa es formular una opinión sobre las
motivaciones de las personas para hacer o decir las cosas que hacen o dicen. La primera es una evaluación objetiva en el
sentido de que se evalúan hechos concretos, mientras que la segunda es una
evaluación de las motivaciones de quien hace o dice, lo cual requiere
conocimiento del interior de la persona evaluada; solamente Dios puede pasar
juicio certero sobre las motivaciones e intenciones de las personas.
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