A veces lo
que vemos como “bendiciones” de Dios no son más que tropiezos puestos en
nuestros caminos por el enemigo de nuestras almas, los cuales nosotros no hemos
podido discernir como tales porque ignoramos las Escrituras, o simplemente porque
nos hemos dejado llevar por los deseos de nuestra carne, sin consultar a Dios
sobre tales "bendiciones" por temor a que se nos confirme que efectivamente no
vienen de Dios.
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