Criar un
hijo no es tarea fácil. Hoy mi hijo
mayor (tiene 14 años) tenía una actividad en el cine con un grupo del
colegio. El amigo que invitaba es
respetuoso y de buena familia. Como me
pareció bien, lo dejé ir. Incluso lo
llevé al cine. Al llegar al
estacionamiento me dijo que la película era un poco de misterio y me pidió en
el carro, antes de bajarse, que orara por él para que Dios lo protegiera. Por supuesto oré. Le pedí al Señor que le diera sabiduría y que
si tenía que cerrar los ojos que lo hiciera en el momento adecuado y que no le
afectase la película. Aunque me pasó por
la mente sugerirle que no viese la película, lo dejé verla, principalmente porque
no me pareció sabio prohibirle que compartiera con sus amigos en una actividad
relativamente sana. Cuando lo recogí, él
estaba contento porque la película no fue tan mala y los muchachos, que eran
más de 20, la tomaron a relajo. Me
alegré de que la pasó bien y de que Dios estuvo con él, mitigando el daño. Lo que más me gustó, sin embargo, fue que
confiara en mí y me pidiera que orase por él, lo cual me alienta, porque
implica que está creciendo con un saludable sentido de lo que debe ser el temor
de Dios y respeto a su padre.
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