Lo que más
suele atormentar al cristiano que lleva muchos años en el Señor y que está
pasando por una prueba profunda, y larga, es que de repente se encuentra ante
una realidad que aparenta ser diferente a la teoría de lo que por años ha
estado predicando. Durante años, sus
pruebas siempre han sido superadas dentro de un término razonable. Las heridas han sido sanadas y ha salido
fortalecido de todas las pruebas a tal punto que incluso pierde la sensibilidad
porque piensa que los que no superan las suyas no tienen madurez
espiritual. Pero entonces llega “el día
malo”, el día sobre el cual había oído y que había visto a otros pasar por él,
sin entenderlo a cabalidad, porque el dolor del día malo solamente lo entiende
el que pasa por él. Cuando Dios te pase
por el horno para purificarte, da gracias.
Baja tu cabeza y pide que te perdone por todas las veces que viste y no
entendiste al que sufría ante tus ojos y aguanta con valentía, porque el día malo
también pasará, y cuando termine tu prueba, que su final tendrá, serás mejor
persona y entrarás en otra etapa de tu caminar con Él, una etapa bonita en la
cual su presencia sentirás siempre en tu pecho compeliéndote a amar a los que
sufren como tú sufriste.
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