A veces nos
engreímos por nuestros estudios y los logros que hemos tenido, incluso si son
estudios relacionados con las Escrituras y logros de personas de bien; a veces
nos envanecemos por haber criado a nuestros hijos de forma excepcional; a veces
pensamos que hemos sido mucho más prudentes que los demás y que por eso gozamos
de estabilidad económica y emocional; a veces creemos que somos la fuente de lo
bueno que nos sucede, y que lo malo que nos pasa es por culpa de los demás; y frecuentemente nos consideramos tan
humildes, que nos proyectamos orgullosos de nuestra humildad.
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