A veces nos
preocupamos más por nuestra apariencia de piedad que por la
sustancia de nuestra conducta.
Pensamos que si tenemos una imagen intachable ante los hombres, hemos
cumplido en no contaminar la percepción que se tiene de nosotros y de la
congregación. Pero eso no es así, Dios
prefiere que ante Él seas integro, aunque la gente equivocadamente piense que
no lo eres. Guárdate de proteger
exageradamente tus apariencias. Créeme,
la gente usualmente puede ver a través de la fachada que pones y frecuentemente
el único que se engaña eres tú (y algunos de tus seguidores incondicionales),
para tu propio mal. Es importante
comenzar a vivir la verdad en lo íntimo, en el lugar que solamente Dios puede
ver, y evitar afanarnos por mantener nuestra buena imagen ante los hombres, a
expensas de la verdad.
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