Si no nos
arrepentimos y cambiamos nuestro rumbo equivocado, no quiero ni imaginarme el
dolor de nuestras indefensas almas desvestidas de presunción ante el poder de
convicción del Espíritu Santo en aquel Día en que comparezcamos ante la
presencia del Cristo glorificado, cuando no tengamos máscaras para escondernos
de nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario