lunes, 10 de diciembre de 2012

No nos engañemos a nosotros mismos

Es muy difícil ver lo mal que está el mundo, a menos que nos acerquemos bien a Dios.  A medida que nos acercamos a Él, nuestros ojos se abren y nuestros oídos se cierran, se cierran a las voces del mundo, voces que frecuentemente merodean en la propia iglesia, llamándonos a seguir la corriente engañadora de este siglo.  Seamos íntegros y no nos engañemos a nosotros mismos.  Aunque el mundo entero esté convencido de que somos muy espirituales y genuinos siervos, o siervas, de Dios, sin integridad y verdad en lo íntimo, no podemos servirle a Dios como Él nos pide.
El mayor triunfo del enemigo de tu alma es hacerte creer que trabajas para Dios, cuando la realidad puede ser todo lo contrario.

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