Cuando
estamos a solas con Dios y usamos nuestra imaginación para su Gloria, podemos
hacer proezas para el Señor. Si por otro
lado, en nuestra soledad, permitimos que influencias del mundo entren a nuestro
entorno, esa soledad que nos permitía buscar y meditar en Dios, se convierte en
una piedra de tropiezo enorme, todo porque hemos permitido que se contamine
nuestra mente y nuestra imaginación. La
imaginación del ser humano puede ser muy útil para Dios si es bien canalizada,
o puede ser letal si le damos riendas sueltas para satisfacer nuestros deseos
carnales. En fin, para triunfar en
nuestra batalla espiritual, tenemos que traer nuestros pensamientos cautivos a
la obediencia de Cristo, cuando estamos solos.
Porque ahí, en la intimidad, es que se demuestra la espiritualidad del
hombre y de la mujer.
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