martes, 11 de diciembre de 2012

Seguía tratando, trabajando, luchando

Llevo años luchando y creyendo, sin ver nada, sin recibir respuesta a mi clamor.  Hoy llegué de una cena de negocios, después de haber recibido una gran victoria.  Mi hijo pequeño me recibió con alegría, alegría de niño, alegría de verme, nada más.  Él sabía, que otra vez más seguía tratando, trabajando, luchando, y me miró y me preguntó cómo me había ido.  Le respondí: ”Hijo, Dios proveyó, finalmente Dios nos dio la victoria.  Yo te dije que Jesús no nos fallaría.”  Entonces me abrazó y me besó.  Yo lloré, porque Dios me honró ante mis hijos.  Me hizo quedar bien.  Era cuestión de esperar y actuar, dicotomía perenne del cristiano que cree.  Ahora estoy dormido y me voy para la cama, con la satisfacción del que sabe que Dios honra al que le honra.  Muchas veces vivimos en carne propia las consecuencias del pecado, pero si obedecemos, también viviremos la recompensa de la obediencia.

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