Así como
las mujeres a veces visten para las otras mujeres (y este no es un comentario
propio, sino que se lo escuché a una mujer, en cuanto a vestir a la moda
respecta), los teólogos a veces reflexionan para otros teólogos. Por eso me gusta la teología bíblica, porque suele
circunscribirse al texto y se escribe para la iglesia. Las palabras de los pensadores a veces
opacan, a mi modo de ver para mal, los hechos de los hacedores. Por eso suelo preferir ver y estudiar la vida
de Jesús y sus hechos como un cuadro, como una película, como una obra que trae
un mensaje, a leer a un teólogo sacarle punta a un texto bíblico para sostener
una posición formada de antemano. No
obstante, me gusta la teología, porque preparándonos bien podemos discernir
mejor entre lo bueno y lo malo, siempre y cuando tengamos una relación personal
y dinámica con Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.
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