martes, 25 de diciembre de 2012

Los méritos del sepulcro vacío

A veces celebramos tu cumpleaños, Señor, como si hubiese sido algún privilegio para ti haber dejado de ser igual a Dios para tomar cuerpo de hombre, cuando en realidad tu nacimiento fue un acto de humillación propia para poder ofrecerte como sacrificio por nuestros pecados.  El privilegio es nuestro, Jesús.  Naciste, Señor, entre los animales que se mantenían para ser sacrificados por los pecados.  Desde tu origen como hombre ya había sido manifestado tu destino como el cordero de Dios que habría de quitar el pecado del mundo.  No hay celebración de tu nacimiento que sea sensata, sin reconocer y apreciar la cruz.  Y no hay reconocimiento del significado de la cruz y de su consecuencia sublime, sin ver y apreciar el sepulcro vacío.  Y no hay reconocimiento de los méritos del sepulcro vacío, sin reconocer y apreciar que reinas.  Así las cosas Señor, hoy celebro no solamente tu nacimiento, sino tu reinado eterno.  Gracias Jesús, por todo.  

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